Parafraseando a Napoleón...

Quien, según parece, dijo en algún momento:
"Hay ladrones a los que no se castiga, pero que roban lo más preciado: el tiempo"
Diré que:

"A las tareas no se las castiga pero sí que roban tiempo" 

Así que aquí me encuentro, con el deber de realizar una titánica tarea de recuperación de clases. 
Mientras me preparo, he ido buscando archivos bajados, resúmenes y guías y todo eso, y hete aquí que me encontré con un viejo relato que hace a otro lado de la cuestión docente.

A continuación se los dejo para amenizar la espera.

El padre llamó indignado. En primer grado su pequeña hija sufría del acoso de un compañerito violento. No era la única, pero parecía ser que el niño tenía un encono especial con ella.
En su historia contaba que había hablado con la maestra y la directora. Y según ellas, las niñas fabulaban. El pequeño diablillo no era tan terrible.
De alguna manera llegó a contactar con la inspectora de la escuela, quien elevó el conflicto hasta la inspectora del distrito.
Los padres de esta sufrida niña se sintieron acompañados y entendidos recién ahí.
Charlas, reuniones, trabajo, el pequeño delincuente siguió con sus aporreos.
Llega una tarde su hija a la casa con su pequeña calza rota en la entrepierna. Le cuenta a su padre que el susodicho le había cortado con una tijera. La imaginación y bronca del padre se desbordó pensando que hubiera pasado si… cuál sería la intención del agresor… ¿y dónde estaba la maestra? La indignación y bronca era tal que, antes de salir a matar a alguien, llamó a quienes en algún momento lo habían escuchado.
Sabiendo que era viernes a la tarde, y hasta el lunes nada podría hacerse, se descargó hablando con quien le atendió el teléfono en la oficina de la inspectora. La mayoría docentes en ese lugar, le aconsejaron acudir el lunes a la escuela y dejar asentado la agresión sufrida por su hija, y a la espera de acciones reales.
En el fin de semana la inspectora se comunicó con él y accedió a acompañarlo a esa reunión. Algo habría que hacer ¿qué?
Transcurre la semana, y llega el conflictivo asunto a manos del nuevo inspector del distrito.
El nuevo jefe tiene otra postura, otra mirada, otra ideología, es otro… pero otro tan distinto que el padre quiere agregar  su nombre a la lista de los que matará ante una nueva agresión a su hija.
- ¡Pero tanto lío porque le tocaron el culo a la pendeja! – se oye decir al señor jefe, sin darse cuenta que lo escucha el padre, la inspectora, la directora, las personas que trabajan en la oficina.
Su muerte no es física, su existencia como jefe ha concluido, sus aspiraciones políticas murieron.
El padre cambió a su hija de esa escuela, y vivirá un segundo grado distinto.
La inspectora siguió haciendo lo que mejor sabía hacer: escuchar a los alumnos, padres, directivos
Nadie sabe qué pasó con el pequeño delincuente toquetero. Nadie quiere saberlo.

  

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